-LA METAFORA DEL BESO- SALUD GRANADA HOY
La mononucleosis es un cuadro clínico cuyos síntomas, que afectan a diferentes zonas del cuerpo, pueden producirse por dos virus distintos.
R. NAVARRO · AGENCIAS | ACTUALIZADO 19.05.2014 - 11:44
La mononucleosis es un cuadro clínico cuyos síntomas, que afectan a diferentes zonas del cuerpo, pueden producirse por dos virus: el virus de Epstein-Barr (EBV) y el citomegalovirus (CMV). Cursa, como toda infección, activando las defensas del sistema inmune por lo que produce fiebre, inflamación de la garganta y de los ganglios linfáticos, sobre todo los del cuello, y afectación de hígado y bazo.
Según explica a Infosalus Jorge Martínez Pérez, pediatra del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, es un síndrome que presenta distintas formas de presentación según sea la edad del menor, debido precisamente a un mayor desarrollo natural del sistema inmune. Así, en los más pequeños suelen presentar síntomas inespecíficos que pueden durar sólo varios días y pasar de largo como un resfriado común.
Entre los 4 y los 6 años de edad puede producir la inflamación del hígado y un mayor decaimiento durante unos 7 a 10 días, falta de apetito e incluso vómitos. En los adolescentes, el cuadro puede durar entre dos y cuatro semanas y suele presentar toda la sintomatología: decaimiento, falta de apetito, fiebre e inflamación de hígado y bazo.
Esta infección vírica al ser muy contagiosa es muy común y su máxima incidencia se da en dos periodos temporales del desarrollo: entre los 2 y 3 años y entre los 12 y los 15 años. Ambos coinciden también con momentos clave de la socialización del menor, su entrada en guarderías y colegios y la época en la que comienzan las relaciones de pareja, de aquí su coloquial apodo como la enfermedad del beso, pues se propaga a través de las gotas microscópicas de saliva. En un primer momento los síntomas iniciales de fiebre e inflamación faríngea y amígdalas recubiertas de una sustancia blanquecina pueden llevar al diagnóstico de infección por estreptococo, por lo que se trata con antibióticos.
Sin embargo, el virus suele reaccionar ante esta medicación produciendo un exantema, una aparición generalizada en el cuerpo de manchas rojas, con afectación de la cara, y además se puede presentar inflamación de los ojos.
En estos casos el facultativo ya tiene un indicador claro para diagnosticar la mononucleosis y la habitual palpación de hígado y bazo le ayuda a identificar con claridad la infección. Si aún así no se ha producido exantema, la presencia de fiebre, tras varios días de tratamiento, o también debe llevar a los padres a volver a la consulta, donde la ineficacia del antibiótico más el resto de síntomas ayudarán al pediatra a plantearse la posibilidad de la enfermedad del beso.
En estos casos puede realizar un análisis de sangre para confirmar la presencia de anticuerpos frente al virus y emplear el test de Paul-Bunnell, específico para identificar la enfermedad. Sin embargo, la prueba puede en ocasiones dar un falso negativo y se requiere realizarla de nuevo semanas más tarde para confirmar el diagnóstico.
En este sentido, Martínez señala que una vez detectadas las alteraciones analíticas propias de la enfermedad y tras la desaparición de la sintomatología, se buscará el origen de dichas alteraciones para intentar confirmar cuál ha sido el desencadenante. Posteriormente pueden ser necesarios exámenes que permitan saber si se han normalizado las alteraciones analíticas iniciales (elevación de las transaminasas) y la elevación de los anticuerpos frente a esos virus, signo inequívoco de contacto con los mismos y que, por lo tanto, confirmarían la enfermedad.
Martínez señala que no existe un tratamiento específico sino sólo sintomático en lo que se refiere a la fiebre o la inflamación. Eso sí, si existe en el menor dificultad para tomar alimentos o respira mal hay que acudir al médico para que haga una revisión y aplique el tratamiento correspondiente. Deben evitarse los deportes que supongan riesgo de traumatismo abdominal porque podrían afectar al hígado o al bazo inflamados y dar lugar a una complicación grave.
Según explica a Infosalus Jorge Martínez Pérez, pediatra del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús de Madrid, es un síndrome que presenta distintas formas de presentación según sea la edad del menor, debido precisamente a un mayor desarrollo natural del sistema inmune. Así, en los más pequeños suelen presentar síntomas inespecíficos que pueden durar sólo varios días y pasar de largo como un resfriado común.
Entre los 4 y los 6 años de edad puede producir la inflamación del hígado y un mayor decaimiento durante unos 7 a 10 días, falta de apetito e incluso vómitos. En los adolescentes, el cuadro puede durar entre dos y cuatro semanas y suele presentar toda la sintomatología: decaimiento, falta de apetito, fiebre e inflamación de hígado y bazo.
Esta infección vírica al ser muy contagiosa es muy común y su máxima incidencia se da en dos periodos temporales del desarrollo: entre los 2 y 3 años y entre los 12 y los 15 años. Ambos coinciden también con momentos clave de la socialización del menor, su entrada en guarderías y colegios y la época en la que comienzan las relaciones de pareja, de aquí su coloquial apodo como la enfermedad del beso, pues se propaga a través de las gotas microscópicas de saliva. En un primer momento los síntomas iniciales de fiebre e inflamación faríngea y amígdalas recubiertas de una sustancia blanquecina pueden llevar al diagnóstico de infección por estreptococo, por lo que se trata con antibióticos.
Sin embargo, el virus suele reaccionar ante esta medicación produciendo un exantema, una aparición generalizada en el cuerpo de manchas rojas, con afectación de la cara, y además se puede presentar inflamación de los ojos.
En estos casos el facultativo ya tiene un indicador claro para diagnosticar la mononucleosis y la habitual palpación de hígado y bazo le ayuda a identificar con claridad la infección. Si aún así no se ha producido exantema, la presencia de fiebre, tras varios días de tratamiento, o también debe llevar a los padres a volver a la consulta, donde la ineficacia del antibiótico más el resto de síntomas ayudarán al pediatra a plantearse la posibilidad de la enfermedad del beso.
En estos casos puede realizar un análisis de sangre para confirmar la presencia de anticuerpos frente al virus y emplear el test de Paul-Bunnell, específico para identificar la enfermedad. Sin embargo, la prueba puede en ocasiones dar un falso negativo y se requiere realizarla de nuevo semanas más tarde para confirmar el diagnóstico.
En este sentido, Martínez señala que una vez detectadas las alteraciones analíticas propias de la enfermedad y tras la desaparición de la sintomatología, se buscará el origen de dichas alteraciones para intentar confirmar cuál ha sido el desencadenante. Posteriormente pueden ser necesarios exámenes que permitan saber si se han normalizado las alteraciones analíticas iniciales (elevación de las transaminasas) y la elevación de los anticuerpos frente a esos virus, signo inequívoco de contacto con los mismos y que, por lo tanto, confirmarían la enfermedad.
Martínez señala que no existe un tratamiento específico sino sólo sintomático en lo que se refiere a la fiebre o la inflamación. Eso sí, si existe en el menor dificultad para tomar alimentos o respira mal hay que acudir al médico para que haga una revisión y aplique el tratamiento correspondiente. Deben evitarse los deportes que supongan riesgo de traumatismo abdominal porque podrían afectar al hígado o al bazo inflamados y dar lugar a una complicación grave.
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