LOS TOROS
El torero granadino fue un soberbio ejemplo de poder y seguridad, de toreo rotundo, con el voto en contra de los censores, pero para dicha de la inmensa mayoría
Los seis toros de Juan Pedro Domecq tuvieron en común varias cosas. Eran todos cinqueños aunque solo el primero tuviera el aire de toro añoso que suele dar la edad. Los seis -altos o bajos, largos o cortos, anchos o estrechos- lucieron defensas despampanantes y disuasorias. Pero, con sus desigualdades de estilo, hubo que verse y jugarse la corrida casi entera en tarde revuelta. Chubascos y viento racheado. De cuando en cuando se dejó ver el sol.
Inseguridad
Se hizo la vista gorda con la inseguridad indisimulable de El Cid, descompuesto por el viento que lo descubrió repetidamente, pero se jaleó un sencillo quite suyo de cuatro delantales al cuarto de corrida como si fuera especial acontecimiento; a El Fandi lo estuvieron asando, friendo y mortificando casi sin tregua, y las censuras, desproporcionadas por todo, pudieron más que el reconocimiento; también a Juan del Álamo -la faena más redonda de la tarde, una oreja bien ganada, sin trampa ni cartón- le mandaron recados impropios.
El pasado inmediato -la corrida de los tres matadores heridos el martes- no pesó ni se dejó sentir. Olvido obligado. La nobleza general de la corrida espantó poco a poco o casi de golpe cualquier fantasma. Al olvido contribuyó no poco la actitud tan enteriza de El Fandi, que lidió con primor, ciencia y recursos a sus dos toros, sin que hubiera apenas eco, y banderilleó con verdad, puntería, riesgo, facultades y acierto. Con el voto en contra de los censores, pero para dicha de la inmensa mayoría. Encontró El Fandi toro en todas partes. De poder a poder, cuarteando, en medios sesgos, en rayas, en el tercio o en los medios. Sus cites al quinto, que se encampanaba antes de acudir, fueron soberbio ejemplo de poder y seguridad. Torero rotundo.
Puesto y firme con el segundo; entregado con el quinto, que se vino abajo sin previo aviso y solo a los diez viajes. Una tanda de mérito con la izquierda, un hermoso desplante. El Fandi mató con corazón y cabeza, y ese brazo derecho que cruje al toro que sea.
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